…Me haces decidir al instante aunque mi mente se blanquea con silencio. Tus labios, con su sutil sufrimiento y despacio rebote al aire, me mandan, sacudiendo cada pensamiento de su lugar como las hojas de los arboles que están por caerse con el ultimo respiro cálido del otoño que llega y llega y sigue llegando. La mirada tuya me mata porque no tengo respuesta digna para los ojos que me han fortalecido tanto en las noches largas de nuestra juventud. Veo sin ver, simplemente no hay palabras. Mi camino ya deshecho anda sin rumbo y dudo de la fuerza de mis piernas. Todo esto antes una montaña alta, peligrosa, desconocida. A veces reconozco que soy cobarde, que todos somos cobardes, pero yo mas por haberte ganado y perdido sin pelear. Te hablo tras mi muro de piel, las voces nunca dejan de sonar alli donde nadie las puede escuchar. Tu presencia las hace caer en encima de si, tropezando y balbuceando hasta que no sepan de donde vinieron ni hasta donde quieren llegar. Me miras con una paciencia practicada; la estas perdiendo poco a poco. Te estoy perdiendo poco a poco. A veces creo que no soy para este juego, aunque te amo. Solo en discursos grandiosos, gritados por hombres que ya no creen en la magia, las montanas se mueven. La vida real habla en voz baja; las cumbres no se desnudan tan dócilmente. No les importa si te incomodan con su permanencia, si te hacen sentir débil con su universo intocable, como un susurro en un valle ventoso. Piedra. Roca. Tierra. Miles y miles de años de paciencia. No, no soy para este juego, aunque te amo….
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